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n cierto número de
aldeanos vino una vez a donde |
Sheik Farid, el gran Santo Musulmán y le
dijeron:
“Respetado Señor, el río de nuestra
localidad ha cambiado su curso y está ahora atravesando nuestros
campos y los terrenos donde nuestras casas están construidas. Por
favor, intercede en beneficio nuestro ante el Señor y haz que el río
deje de destruir nuestras casas y nuestros campos”.
Sheik Farid fue inmediatamente con los aldeanos
hasta la orilla del río y le habló de esta manera al río:
“¿Qué daño te han hecho estos aldeanos que les
arrebatas sus campos y sus moradas? ¿Olvidas tal vez que un día
tendrás que pagar duramente por esta maldad?”.
Apenas terminó de hablar el Santo, brotó un fuerte,
pero musical sonido que era la voz del río y dijo:
“Oh, Farid, este no es un acto mío. Estoy actuando
bajo órdenes del Ser Supremo y no tengo opinión en el asunto.
Aquello que el manda, yo debo obedecer. Yo soy solamente su humilde
servidor”.
Al escuchar la explicación de lo que estaba
sucediendo Sheik Farid, pensó unos momentos para decidir el mejor
curso de acción. Luego pidió una pala a los aldeanos y se puso a
ayudar al río a penetrar en la tierra de labor. A los aldeanos les
dijo:
“Hermanos, yo, igual que el río, no me permito
opinar cuando el Señor da una orden. Debo obedecer la voluntad del
Señor y ayudar al río a ejecutar su Orden”.
“El verdadero Santo de Dios,
a Él conoce de cerca todas las horas,
del día y la noche, y dulce es para él
la voluntad de Dios y todo lo que ordene Dios
y dulce es para él, la Voluntad de Dios.
Guru Nanak.
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