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10. Los Deberes De Los Maestros

 

 

Puede manifestarse algo más con respecto a los deberes de los Maestros, aunque hay mucho que decir en relación a sus funciones. Los Maestros tienen muchos deberes en este mundo, pero, por ahora, mencionaremos solamente cuatro de ellos. Son:


1. El primero, el más destacado y deber primordial de los Grandes Maestros es conectar a las almas con la corriente audible de la vida y, después, llevarlas hacia arriba, fuera de este mundo, hasta su hogar original. Esto se hace por medio de un proceso que uno podría describir como el de: "sintonizar".


A causa de muchos siglos de autoindulgencia en estas regiones de materia burda, todos los hombres se han desintonizado de la Corriente de la Vida. Esta Corriente u onda es comparable a las ondas electromagnéticas de la radio. Llenan todo el espacio alrededor y dentro de nosotros, pero no lo sabemos, no las podemos oír sino hasta que nos sintonizamos en armonía con ellas. Estando tan fuera de tono, el hombre vaga durante siglos en la "prisión de maya". Y ninguno puede volver nunca a sintonizar sin ayuda. El Santo, el Maestro, llega a ser un verdadero Salvador, Redentor y Libertador con este objetivo. Es un trabajo que no puede hacer nadie excepto un Maestro vivo; y nadie puede nunca escapar del penoso ciclo de nacimientos y muertes de las regiones materiales sin que se lleve a cabo. Es la gran labor del Maestro.


2. La siguiente tarea del Maestro es enseñar el camino a sus discípulos.


De modo que el Maestro es el Gran Instructor, al tiempo que gran médico y libertador. Solamente él tiene la llave del Reino de los Cielos interior. Sólo él puede guiar a las almas que andan vagando, hasta la puerta abierta. Ningún alma puede encontrar jamás su camino de salida del círculo de nacimientos y muertes sin un Maestro. Simplemente no puede hacerse. Puede elevarse a una corta distancia. Puede que alcance la primera y, posiblemente, la segunda región en el sendero ascendente, pero ahí se para de forma automática. En adelante, no podrá ir sólo nunca y nadie sino los Maestros conocen el camino al más allá.

La sabiduría y la ayuda personal del Maestro son absolutamente esenciales, si es que se quiere avanzar algo más que un simple comienzo en el Sendero.


La función secundaria del Maestro es la de Instructor. Pero debemos recordar siempre que la Gran Labor del Maestro es la de Salvador, de Redentor, la de liberarnos de la "rueda eterna". Siendo su función secundaria la de instructor, la primera es la más importante en todos los sentidos. Si a los estudiantes les fueran dados todos los preceptos de esta ciencia y tuvieran las más detalladas instrucciones que pudieran recibir acerca de todos los secretos de la Iniciación, no les servirían de nada sin la ayuda personal del Maestro. Y ésta es la razón principal por la cual ningún libro puede ocupar el lugar del Maestro vivo.


3. El Maestro es un ejemplo perfecto para toda la humanidad, en cuanto a carácter, nobleza y espiritualidad. Es el hombre ideal y en él pueden hallar todos un ejemplo perfecto de carácter y conducta. Todos pueden imitarle, seguirle implícitamente y tener entonces la seguridad de que no cometerán ningún error. El Maestro no es sólo una gran luz espiritual, sino también un hombre perfecto.


4. La cuarta función del Maestro es traer luz y amor al mundo para que todos los hombres, no solamente sus discípulos, sino el mundo entero, pueda beneficiarse con ello. Esto es parte de su trabajo secreto. Nadie puede seguirle a los espacios secretos de su retiro y ver allí todas las características de la Gran Labor que está haciendo. Su especial tarea es para sus discípulos individuales, pero también trabaja para toda la humanidad. Permítasenos exponer este punto en lenguaje más conciso, para que pueda entenderse. No hay un sólo ser vivo en el mundo entero que no reciba beneficio del Maestro. Esta afirmación no es fácil de comprender al principio, pero es literalmente cierta. Se critica a veces a los Maestros por "no salir y hacer algo por el mundo". No obstante, ¡qué poco saben los críticos de lo que hace el Maestro! El Maestro es la luz del mundo. El Maestro aumenta la suma total de la luz y el amor del mundo entero y toda individualidad con facultad para percibir con los sentidos obtiene algún beneficio. No necesitamos preocuparnos por el método. El hecho importante para todos nosotros es que el Padre Supremo ilumina y bendice a todo el mundo a través del Maestro y libera a cada alma individual por medio de este mismo instrumento. Éste es Su método. Si el crítico insiste en saber por qué ha adoptado este método, puede referirse al Creador mismo para obtener la respuesta. Esto está fuera de la esfera de mis conocimientos. Yo me contento con saber que es así y ese conocimiento es una fuente de gozo para mí.

 

 

 

 

 

11. ¿Por Qué Someterse A Un Maestro?

 

 

Estoy seguro de que muchos de nuestros críticos dirán: "¿Por qué someter tu voluntad o tu personalidad individual a un Maestro? ¿No es eso volver a la esclavitud voluntaria? ¿No es ésa otra manera de aplastar la iniciativa individual y la fortaleza de carácter?".


La contestación es que la rendición completa al Maestro es la única avenida o sendero hacia la liberación completa. Esto puede sonar paradójico, pero no lo es si se entiende lo que significa, en realidad, la rendición completa al Maestro. Digamos, en primer lugar, que la palabra sumisión no es un término apropiado para lo que queremos decir en conexión con ello, pero es el mejor término de que disponemos. Sería mejor decir que uno confía en el Maestro por completo. Eso equivale a decir que un individuo abandona sus más grandes intereses en manos de un experto. Es como si un enfermo acudiera a un hábil cirujano. Se necesita efectuar una intervención quirúrgica y el paciente ha considerado ya la cuestión por completo. Ha admitido la competencia del cirujano y pone la vida en sus manos.


Puede ayudar otro ejemplo. Supón que te encuentras perdido en una densa selva. No tienes la menor idea de dónde esté la salida. Podrás vagar dando vueltas sin salir de ahí durante días o semanas y, finalmente, morir de hambre y de sed. Pero llega un experto leñador, que conoce perfectamente la selva. Te ofrece mostrarte el camino para salir. Bien, ¿titubearías en someter tu voluntad a la suya? Aceptarías su ofrecimiento con alegría. Pero imagínate, además, que no solamente estuvieras perdido, sino también enfermo y débil, totalmente incapacitado para caminar. Nuestro fuerte leñador te ofrece ahora trasladarte al exterior. ¿Rechazarías la ayuda por no someter tu voluntad a la del leñador? Eso sería la locura más grande, con toda seguridad. Sin embargo, éste tiene un paralelismo exacto con el estado del alma que se ha perdido en el laberinto de este mundo de la mente y de la materia y no sabe cómo abrirse camino hacia la libertad espiritual.


Aún cuando, perdido en la selva, tuvieras todos los mapas y cartas geográficas y supieras por dónde ir, no podrías salir a causa de tu enfermedad y, por esa razón, necesitarías la ayuda ofrecida. Lo mismo ocurre con el Maestro. No solamente nos muestra el camino de salida, sino que se ofrece a ayudarnos por donde sería imposible que camináramos solos. Por eso no nos sirve ningún libro ni tiene valor ninguna otra cosa, a menos que podamos conseguir ayuda efectiva. El amigo más grande que podamos tener es el que, no solamente nos dice cómo salir de las dificultades, sino que nos ofrece también la ayuda que necesitamos. Ése es el verdadero Maestro.


Nuevamente, puede ayudar a esclarecer el asunto otro ejemplo. Un hombre va a hacer un viaje al extranjero. Considera los medios de transporte. Estudia las diferentes líneas de barcos, de trenes o de aviones. Después de una cuidadosa discriminación, escoge su medio de transporte. Sube, digamos, a un avión y se sienta. El avión despega. En ese instante ha terminado el tiempo de escoger y decidir por sí mismo. Se somete a ese avión y a ese piloto. Ya no puede dirigir. Su deber es sentarse confiando totalmente en el piloto. Ahora dependerá de la pericia del piloto y de la seguridad de la nave para llegar sano y salvo al final del viaje. Ya no puede mandar. Pasó el tiempo en que pudo elegir sin depender de nadie y ha llegado el de la confianza absoluta, Así hace el trayecto. El que quiere hacer un viaje a las más altas regiones y escapar de este mundo de tinieblas y penalidades sé enfrenta a la misma situación. Puede hacer uso de todo su poder de razonamiento, toda la aguda discriminación intelectual que posea, en seleccionar un Maestro; pero, después de hacerlo, tiene que confiar el resto al Maestro. La razón es que éste es un experto en esas cuestiones de las que él es un completo ignorante. Y, si alguna vez hiciera el viaje, simplemente ha de confiar en el Maestro.


El sometimiento de la voluntad individual es sólo un fantasma, un fruto del ego, una falsa alarma. No tiene ningún valor. En realidad no sometes al Maestro nada de lo que debas guardar tú. Es sencillamente lo mismo que confiar tus más queridos intereses en manos de un experto. Aceptas su ayuda y su guía en un Sendero completamente desconocido para tí. ¿Cómo podrías salir alguna vez de la espesura si rechazaras la proposición de un amigo que deseara salvarte? ¿Cómo podría hacer el hombre un viaje por avión si persistiera en su derecho de guiar esa nave él mismo, sin saber nada al respecto? Un hombre está enfermo y un médico experto le ofrece ayuda médica. Si el enfermo dice "no, no dejaré que nadie me administre medicina. Yo seré mi propio doctor o cirujano", esa afirmación del ego no sólo es tonta, sino suicida.


Es un hecho bien conocido que ningún Maestro verdadero impone nunca su propia voluntad sobre ningún estudiante. Es un principio cardinal para todos los Maestros verdaderos no constreñir nunca la libertad de sus discípulos. En esto son extremadamente cuidadosos. El Maestro sería el último hombre sobre la tierra que intentara dominar alguna otra inteligencia. Muy raras veces ordena. Simplemente aconseja.


Ahora bien, lo que en realidad se quiere decir cuando se habla de una completa sumisión al Maestro es esto: Debido a una confianza perfecta y un gran amor, el discípulo va alegremente por donde el Maestro le conduce. En eso consiste todo. No hay necesidad de argumentar sobre algo que no tiene valor ni significado. Déjalo pasar. Usa tu sentido común. Con una sumisión completa al Maestro en este orden, uno lo gana todo y termina teniendo la más perfecta libertad. Un gran Sufí lo expresó muy bien cuando dijo: "Dadnos todo lo que tenéis y os daremos todo lo que poseemos". Al someterlo todo al Maestro lo ganas todo.


 

 

 

 

 

12. El Cambio De Plan De Los Maestros

 

 

Recientemente ha tenido lugar un cambio muy importante en el plan de actuación de los Maestros y puede causarle extrañeza a muchos. Este cambio de planes se relaciona con su método de aceptar discípulos. En la antigüedad y hasta hace pocos siglos, los Maestros eran muy exclusivos para elegir discípulos: consecuentemente, los novicios eran escasos. Aceptaban a los discípulos solamente después de las más severas pruebas y de las más arduas tareas. Los pocos seleccionados que pasaban esas pruebas recibían la iniciación. Pero ahora ha sido modificado ese criterio. Durante los últimos cien años, aproximadamente, los Maestros han aceptado prácticamente a todo aquél que lo ha solicitado, a menos que sus karmas fueran demasiado malos. Swami Ji y Baba Jaimal Singh iniciaron durante su vida alrededor de cuatro mil discípulos cada uno. Pero el Maestro que vive actualmente, Baba Sawan Singh Maharaj, ha iniciado ya a ochenta mil aproximadamente. Es un registro maravilloso, más alto que cualquier otro registrado hasta ahora. En un sólo mes, abril de 1933, inició a cuatro mil novecientos(*), un número muy superior al de cualquier otro Maestro de la historia durante toda su vida.

(*)El número total de discípulos iniciados por Maharaj Sawan Singh durante su vida fue de 125,375.


¿Qué significa este cambio de política? En primer lugar, se debe a que ha solicitado la Iniciación mucha más gente en los últimos años, indudablemente porque están ya listas muchas más personas para el Sendero. Segundo, los Maestros han abandonado las rígidas pruebas que imponían antes a los solicitantes y están dispuestos a aceptar discípulos con menos aptitudes. ¿Por qué? Los Maestros lo saben mejor. Pero podemos ofrecer una o dos sugerencias aquí, que explicarán este asunto, al menos en parte.


En este Kal Yuga, la Edad de "Hierro" o Edad Oscura, se han multiplicado grandemente sobre este planeta los males de la vida. De ahí que la misericordia y la amorosa simpatía de Sat Purush, el Gran Padre, le haya movido a salir, bien entrado el camino, al encuentro de los que tienen buena voluntad en su mente. Ahora acepta prácticamente a toda persona que siente inclinación hacia el Sat Guru y desea seguir su Sendero. Llegar a ese instante decisivo es la única cuestión de verdadera importancia en toda nuestra vida. ¿Cuál es el resultado? Muchos iniciados, al entrar en el Sendero, caen naturalmente a un lado del camino cuando son atacados por una fuerte tentación. Pero ¿qué hay de malo en ello? Algún bien se ha hecho. La preciosa semilla se ha alojado en sus mentes y en sus almas. Tarde o temprano tienen que volver todos al Sendero. Ese regreso, de acuerdo con las enseñanzas de los Maestros, no puede tardar más de tres o cuatro reencarnaciones subsiguientes. Mientras tanto, se les ha ayudado enormemente en su lucha por progresar. Esto es debido a la gran misericordia y cariño del propio Sat Guru y del Ser Supremo.


El punto principal radica en que cada uno de los individuos que, después de siglos de penalidades y de lucha, obtiene la iniciación, ha llegado por fin a tomar la decisión de poner su destino en manos del Guru y, por su propio libre albedrío, ha pedido la iniciación. Encuentra entonces al Satguru, el oficial ejecutivo del Supremo y el Sat Guru se hace cargo. La liberación final de esa alma está ahora plenamente asegurada. Nada en el universo puede frustrar ese objetivo. Sólo es cuestión de tiempo. No importa si esa alma tropieza frecuentemente antes de aprender a correr sola.


Hay otro punto significativo que no puede ser pasado por alto. El crítico no tiene derecho a exigir perfección en el carácter y la conducta del iniciado. Todos los principiantes de este Sendero están luchando en las garras de la mente, perseguidos y hostigados por las cinco pasiones. Es de esperar que esas pasiones les dominen ocasionalmente. El único punto importante es que, si tropiezan y caen, lo hagan con la cara hacia la luz. Ningún hombre, una vez que ha sido iniciado en este Sendero, puede hacer que su propia mente consienta en volver la totalidad de su vida a los caminos de la maldad. Si caen, sólo tienen que levantarse otra vez y seguir si los que les critican les dejan solos o, todavía mejor, si les dan un poco de amor u compasión. El Maestro nunca les condena si caen. El pecador puede estar tan seguro del amor y ayuda del Maestro como el más santo discípulo. La única diferencia es que el pecador pierde lo que había ganado y vuelve al Sendero.


La actitud del Maestro hacia el que comete una falta debería ser un ejemplo para nosotros. Debemos evitar siempre, de manera escrupulosa, echarle la culpa al discípulo o al sistema mismo. No importa lo que haga nadie, la Iniciación misma no lleva en sí ningún cambio instantáneo ni radical del carácter. Por sí sola no confiere perfección de carácter. La perfección requiere posiblemente años de duros trabajos y de constante aplicación a la tarea; es algo que crece lentamente.


Hay otro punto que si se entiende apropiadamente, puede ayudarnos a ser más caritativos hacia nuestros hermanos. Es un hecho muy común y bien conocido por los Maestros y por otros estudiosos observadores que, entre los miles de personas que se presentan para iniciarse, muchas de ellas, muy nobles por otra parte, tienen la mente dividida. Es decir, que una parte está altamente desarrollada, entrenada y con nobles cualidades, mientras que la otra puede estar aún bajo la influencia de las más bajas pasiones. Se ha comprobado a menudo que este hecho es un gran obstáculo para los observadores.


Recordad que la mente es parte o agente del Poder Negativo. El Poder Negativo es la Mente Universal. Pero el alma es una chispa del Ser Supremo. Cada mente es lo que es debido a siglos de pasadas experiencias. Es muy raro que una persona se haya desarrollado por completo. Casi todas están desarrolladas, hasta cierto punto, en una sola dirección, y no pocas están terriblemente torcidas. Deben recibir compasión en vez de ser acusadas. Los rasgos negativos aparecerán mientras no haya un entrenamiento completo, avanzado y bien disciplinado.


Mientras tanto, la chispa divina que está dentro de cada uno, luchando siempre por liberarse, batallando duramente contra las corrientes adversas, estirará su débil mano hacia el Maestro. Aún cuando pueda estar sucia, el Maestro tomará esa mano con gran bondad. A continuación, puede que se requieran años de paciente estudio y duros trabajos para formar el carácter, fortalecer la voluntad y arrojar fuera las malas pasiones.
 

Démosles nuestra cordial simpatía y pronta ayuda a los que que se hallen en esa situación, sin olvidar el tiempo en que nosotros mismos íbamos pasando por el fuego. Feliz será el día en que cada uno aprenda a no encontrar jamás faltas en ninguna otra persona, sino hasta que él mismo se encuentre sin ellas.

 

 

 

 

 

 13. Función Del Maestro Espiritual

 

Desde hace mucho tiempo, en la era védica, decían los grandes rishis: "Tres cosas verdaderamente raras se deben a la Gracia de Dios: Nacer humanos, el anhelo de la liberación espiritual y el cuidado protector del Sat Guru Perfecto".


A menudo y persistentemente surge la pregunta: "¿Por qué se necesita un Maestro?". Nos llega de todas las partes del mundo y no podemos negarle una contestación. El egoísmo del hombre en general, y del estudiante occidental en particular, está siempre dispuesto a asegurar que no necesita ayuda. Dice orgullosamente: "Yo soy el arquitecto de mi propio destino. Yo dirigiré mi propia suerte. Exijo el derecho de aproximarme a Dios directamente. Nadie más tiene ningún derecho de ponerse en mi camino".


Ésta es una declaración altiva y audaz, digna del más intrépido de los Castellanos. Me recuerda a un gatito que me encontré una vez en una vereda de la montaña. Estaba comiendo los restos de un lagarto. Cuando me acerqué, arqueó el lomo y comenzó a gruñir amenazadoramente. Respetando sus derechos, dí un rodeo hasta cierta distancia. De igual modo, si el más atrevido de los hombres considera apropiado declarar su independencia, -aún del Maestro-, no debo reñir con él. Respeto su posición, pero dudo mucho de su seguridad cuando lo venzan aguas profundas. El día en que llega su oportunidad, un hombre así le cierra las puertas al Reino en su propia cara.


Creemos que esta actitud orgullosa es, en parte, una reacción de la inteligencia moderna contra la inútil intervención del sacerdote. Como tal, es una reacción saludable. Pero la posición del Maestro con relación a su discípulo es tan diferente de la del sacerdote como lo es el día de la noche. El sacerdote es, como
mucho, una simple imitación del Maestro, con la comisión de actuar como instructor. No enseña lo que sabe por sí mismo, sino lo que ha leído en un libro. El Maestro ocupa una posición única, aún como instructor. No enseña lo que haya leído en un libro, ni lo que haya aprendido en la escuela, sino lo que sabe por experiencia personal. Además, el Maestro es más que un instructor. Mucho más. La enseñanza, aunque extremadamente importante, es lo menos relevante del trabajo de los Maestros. El campo de actividad de éstos es vitalmente importante y no debemos ahorrar ningún esfuerzo por entenderlo. Si es posible, en este libro lo pondremos claro para el lector.


Quizá pueda aclararse algo más esta cuestión haciendo uso de un ejemplo, una comparación. Supongamos que un hombre que vive en las llanuras del Punjab deseara hacer un viaje por avión a Lhasa, la capital de esa región casi inaccesible del Tíbet. Aceptemos también que todos los que hacen ese viaje tienen que volar en su propio avión. Un moderno avión, equipado para el vuelo, está en el campo, listo para despegar. Pero nuestro hombre no sabe nada de volar. Nunca ha subido a un avión en toda su vida. ¿Qué puede hacer? ¿Subir sólo al avión, arrancarlo y despegar? Hay nueve probabilidades contra una de que haga pedazos el avión y se rompa el cuello. Así es que titubea, a pesar de sus impulsos egocéntricos.


Llega entonces un piloto experimentado. Ha volado sobre esa ruta muchas veces y tiene licencia para entrar en esa región y también para detenerse en las estaciones intermedias. Ofrece sus servicios, pero el hombre replica orgullosamente: "No, gracias. Volaré en mi propio aeroplano. No necesito ayuda de nadie". No sabe siquiera cómo subirse al avión, ni cómo arrancarlo si estuviera dentro. Las puertas están cerradas y no tiene la llave. El piloto, muy acertadamente, lo había dejado cerrado, puesto que si alguien sin experiencia se pusiera a arrancarlo sin saber lo que hacía, con toda seguridad iría al desastre. Y ésa es exactamente la situación con respecto a esa gente que imagina poder ascender a las alturas espirituales sin saber nada, ni siquiera cómo empezar. En todo caso, aún cuando pudieran arrancar, nunca podrían hacer el viaje. Hay cientos de dificultades en el camino absolutamente invencibles para el hombre inexperto. Pero, finalmente, volviendo a la cordura, el hombre le dice humildemente al piloto: "Llévame como discípulo tuyo y enséñame a volar". Cuando un hombre o una mujer alcanzan esa actitud con respecto a los asuntos espirituales, es una ocasión única.


Entran ambos en el avión. La mano experimentada del piloto lo guía ahora al despegar del suelo, mientras el principiante, tanteando gradualmente, sostiene también los controles. Hacen un corto viaje por el aire y regresan. El estudiante se ha iniciado. Ha empezado una nueva vida, pero todavía no puede considerarse un piloto capacitado. Las lecciones se repiten diariamente. Poco a poco se desarrolla su sentido del vuelo, hasta que, como suele decirse: "llega a materializarse como aire". Gradualmente se hace más independiente. Ahora puede ya despegar y conducir largas distancias. No obstante, no se atreve aún a viajar sólo. Volar no es un juego de niños. Uno tiene que aprender bastante. Poco a poco podrá volar independiente y por sí mismo.


Todo aquél que haya aprendido a conducir un avión no olvidará nunca el día y la hora en que subió hacia el cielo por primera vez completamente sólo. Entonces consigue su licencia. Se deshace de todo impedimento y está preparado para ir más alto que nunca y hacer el viaje que había pensado desde un principio. Está ansioso por comenzar ese largo y peligroso viaje, aunque no puede hacerlo sólo. Nunca ha ido por ese camino y no tiene ni la más remota idea del rumbo que debe tomar. Tampoco pueden decírselo de antemano. No hay mapas y las direcciones no pueden ni siquiera ponerse por escrito. Así es que, una vez más, se siente desamparado sin un piloto y, si supiera cómo ir, todavía habría otra dificultad. No le conocen los centinelas a lo largo del camino y carece de permiso para entrar en esas regiones. No le reconocerían y, con seguridad, le rechazarían en el primer lugar donde aterrizara.


La naturaleza misma del viaje es tal que primero tiene que hacerlo y presentarse a las autoridades de las diversas regiones, antes de poder conseguir licencia para entrar sólo. Debe realizarlo en compañía de un piloto experimentado y con licencia, que le introduzca y le recomiende. Existe otra dificultad aún. Si hiciera el viaje sólo, tendría noventa y nueve probabilidades contra una de que le desviaran del camino hacia alguna región peligrosa lejos de la Ruta. Únicamente puede aprender la Ruta viajando en compañía de un piloto experimentado.


Nuestro viajero se enfrenta a una dificultad más. Tiene que aterrizar en cuatro estaciones intermedias, en cada una de las cuales le desafiarán al entrar y, cuando le admitan, precisará de una información especial respecto al viaje, que nadie le proporcionará excepto el piloto que le acompañe. Sin eso se verá obligado ciertamente a volverse. No tendrá otro remedio que descansar un tiempo en cada una de estas estaciones, para acostumbrarse a la atmósfera enrarecida de las regiones superiores, con lo que se pone de manifiesto que, por muchas razones, no podrá, de ninguna manera, hacer el viaje sin un piloto experimentado, aún cuando pueda volar en su propio avión. El piloto experimentado, por lo tanto, se sienta con él en el aparato y cruzan juntos montañas y valles y muchas regiones que nunca había atravesado antes, elevándose más y más.


Con el tiempo, se aproxima a su primer aterrizaje y contempla abajo una vista maravillosa: una gran ciudad, más hermosa que ninguna que hubiera visto antes. Está encantado; hay miles de luces multicolores, brillando relucientes en un grandioso racimo. De modo que aterriza y recorre la ciudad. Su compañero y piloto se enfrenta a todos los desafíos y le abre camino. Está tan embelesado que le gustaría quedarse allí para siempre, pero su piloto le insta a que siga avanzando. Tiene que ir más alto, sin entretenerse demasiado. El viaje apenas ha empezado. Así es que vuelven a entrar en el avión y suben al luminoso cielo; el aire está lleno de partículas como diamantes que parecen polvo de estrellas. Llega a un segundo aterrizaje más hermoso que el primero, con nuevos colores que hacen el efecto de bellas notas musicales. Pero, una vez más, el piloto le urge a continuar después de un corto descanso. Aterrizan por tercera y cuarta vez y cada lugar es más hermoso que el anterior. Ahora ya están en una atmósfera enrarecida y pura. Las nevadas cumbres de los Himalayas brillan a la luz del sol.


Finalmente, ven allá abajo la antigua ciudad de Lhasa, el final del viaje. Bajan y los centinelas desafían al recién llegado. ¿Cómo pudo encontrar esta región y con qué propósito ha venido? ¿Con qué autoridad ha entrado en estos sagrados recintos? Entonces, el piloto mismo da un paso adelante y responde por el visitante. Los centinelas reconocen al piloto y se inclinan profundamente ante él. Saben que es un oficial ejecutivo del Señor Supremo. Su Poder y Autoridad para entrar en esa y las demás regiones son reconocidos universalmente. A continuación, prosiguen hasta la corte del Rey, donde se da la bienvenida a nuestro visitante y el piloto es abrazado afectuosamente por aquél. Entonces, se da cuenta por primera vez de que el piloto no era un hombre ordinario.


Esto es una comparación imperfecta, pero suficiente, de cuanto tiene realmente lugar cuando un Maestro lleva a un discípulo a Sach Khand. El avión es el Shabd dador de vida, en el que Maestro y discípulo suben hasta su hogar en la región suprema, atravesando las regiones intermedias. El viajero se emancipa, con esta travesía, de la esclavitud de arrastrarse por la tierra. Por supuesto que el piloto es el Maestro. De modo que el Maestro desempeña la doble función de enseñar primero a su discípulo y, luego, llevarle consigo en su viaje ascendente. Después que se han hecho todos los contactos a favor del alumno y éste se halla ante el Rey de reyes, recibe poder y autoridad para viajar en el futuro bajo su propia responsabilidad y por su propio derecho. Pero el primer viaje debe hacerlo en compañía del Maestro. No puede hacerse de ninguna otra manera, por las razones que se sugieren en la narración.


Nuestra comparación se queda corta en un aspecto: mientras que el viaje a Lhasa puede hacerse posiblemente a pie, aún cuando resulte laborioso y difícil, sin embargo, el viaje hacia las regiones superiores, hacia mundos más sutiles, no puede realizarse por ningún otro medio si no es por la Corriente de la Vida, simbolizada con el avión; y el estudiante debe contar con la compañía del Maestro en su primer viaje hacia las alturas. Esas regiones sutiles se encuentran muy lejos hacia arriba y más allá de los límites más remotos del universo físico, según nuestro modo de medir distancias. Y ningún hombre conoce el Camino, ni puede jamás conocerlo, únicamente con la actividad intelectual. Simplemente tiene que viajar por el Sendero personalmente, contando con la compañía de un Maestro vivo que le lleve donde no tiene ninguna posibilidad de ir sólo. Nunca hasta ahora ha viajado ningún hombre por el sendero de Luz que va a la ciudad de la Luz, salvo en compañía del Maestro Piloto.


Hay otro punto aquí sobre el cual sería bueno llamar la atención. Es bien sabido por todos los Maestros que muchos y buenos yoguis, rishis, etc., han hecho el viaje hasta la primera región, que corresponde al primer aterrizaje en nuestra comparación. Por los métodos lentos y laboriosos, peligrosos a veces, del Pranayama de Patanjali y otros sistemas, se han abierto camino hasta la primera región, conocida como el astral. Han hecho, como quien dice, el viaje a pie. ¡Y no es poco trabajo! Merecen gran encomio. Pero lo triste del caso es que se detienen ahí automáticamente. Nunca pueden ir más allá de esa región por su propio esfuerzo y sin ayuda. Muchos de ellos, estando muy satisfechos allí, ni siquiera desean continuar, mientras que otros ignoran que haya algo más allá. Pueden verse allí a algunos grandes líderes espirituales y religiosos, bien conocidos por la historia, que atendiendo a sus meditaciones se encuentran muy contentos. Pero, en realidad, no han hecho sino comenzar el viaje. Finalmente, tienen que regresar todos a la vida de la tierra, volver a nacer, con el fin de encontrar a un Sat Guru genuino. Sin un Maestro así nunca pueden entrar en esas regiones superiores de incomprensible luz y belleza.


Por nuestra comparación se verá claramente que son absolutamente necesarios tanto el Maestro Piloto como el avión, el Sat Guru y el Shabd, si es que se quiere hacer el viaje completo hasta esos brillantes mundos de inmortalidad. Nunca puede hacerse de otro modo. Por lo tanto, es conclusión lógica que la principal preocupación de la vida humana sea buscar un verdadero Maestro y colocar nuestro destino en sus manos. Si no se consigue, la vida de uno se pasa en vano, no importa lo que uno haya podido lograr.