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2. Citas de Cristianos Eminentes

 

 

Con objeto de apoyar la afirmación de que algunas de las formas de concentración y de experimentos interiores ya han sido practicados por devotos de la religión cristiana, deseamos ofrecer aquí unos cuantos ejemplos tomados de la historia de santos de esa religión. Tienen más" valor cuanto que coinciden exactamente con las experiencias interiores de los Santos y sus discípulos de hoy. Los que siguen son unos cuantos relatos tomados casi al azar de Experiencias Místicas de Santos Medievales, de R.P. Aug. Ponlain, S.J., publicado por Kegan Paul y traducido del original en francés Des Graces d'Oraison.

 

 

1. Visión de San Francisco Javier:

 

Después de aquella oración me encontré inundado de una luz muy viva; me pareció que se había levantado un velo ante los ojos de mi espíritu y que todas las verdades de la ciencia humana, aun aquellas que no había estudiado, se manifestaban ante mí por conocimiento infuso. Este estado de intuición duró alrededor de veinticuatro horas y luego, como si el velo hubiera caído de nuevo, me encontré tan ignorante como antes. Al mismo tiempo, me dijo una voz interior: "Así es la sabiduría humana; ¿de qué sirve? Lo que se debe estudiar es a Mí y Mi amor".

 


¡Con qué exactitud se corresponden estas experiencias, hasta donde llegan, con las experiencias de los Maestros! Pero, por supuesto, éstos van mucho más allá, a mundos mucho más vastos y de riquezas espirituales incomensurablemente más grandes.

 

 

2. Visión de San Ignacio:

 

Al ir a cumplir con sus devociones a la iglesia de San Pablo, distante una milla del pueblo de Manrea, y estando sentado a la orilla del Gardenera, su mente se llenó de pronto de una extraña iluminación, de tal modo que, en un momento y sin ver ninguna imagen ni aparición, se le revelaron ciertas cosas concernientes a los misterios de la fe, junto con otras verdades de la ciencia natural; y todo esto tan abundante y claramente que él mismo dijo que, si toda la luz espiritual que había recibido su espíritu hasta ese momento, cuando ya tenía más de sesenta años de edad, pudiera concentrarse en una sola, le parecería que todo ese conocimiento no podría igualar a lo que en aquel momento se había conferido a su alma.

 


Esta experiencia es también idéntica a la de cualquier discípulo de los Maestros que atraviesa el umbral de la Zona Astral. Fíjate en la "iluminación" de Gautama Buddha, tan altamente proclamada en el mundo. Sin embargo, muchos de los grandes Maestros y sus discípulos han tenido experiencias similares desde entonces. Ésta es una experiencia común aquí, en las orillas del Río Beas, en este año de 1939. Es una lástima que estos buenos hombres y mujeres de los tiempos medievales no dispusieran del método de los Maestros para que pudieran haber avanzado en sus experiencias interiores, en lugar de estar limitados a un simple y esporádico destello de la luz interior. Ese poder puede desarrollarse con un verdadero Maestro de tal manera que esas experiencias pueden repetirse a voluntad e ir luego más allá.

 

 

3. Visión de Hermán Joseph:

 

Y al estar allí de pie, rezando, de pronto fue levantado por encima de sí mismo de una manera tan maravillosa que no pudo explicarlo después y el Señor le reveló toda la belleza y gloria del firmamento y de toda cosa creada, dejando de este modo satisfechos todos sus anhelos. Pero más tarde, cuando volvió en sí, el Prior no pudo obtener de él otra información salvo que había tenido un arrobamiento tan indescriptible, revelándole un conocimiento tan perfecto de la creación, que estaba más allá de la comprensión humana.

 


Esto está asimismo perfectamente de acuerdo con las experiencias de los Maestros y sus discípulos. Se sientan a meditar con la mente "apuntando" al centro interno y fija en el Señor Supremo y en los mundos superiores; y con ella quedan perfectamente satisfechos los anhelos interiores por la luz y la comprensión. Un enorme gozo llena todo el ser.


Pero hay un punto más importante que debemos mencionar aquí. Se dice en su experiencia que "el Señor le reveló...". Esto le quita al asunto la categoría de experimento científico y lo hace depender de la gracia del Señor. No obstante, los Maestros saben que dichas experiencias están a disposición de cualquiera que conozca el método científico y se dedique a practicarlo. Aquellos devotos medievales simplemente tropezaron con esos experimentos debido a su extraordinario amor y devoción. ¡Cuánto más podrían haber hecho si hubieran estado familiarizados con el método apropiado! Además, podrían haber repetido tales experiencias cualquier día y a cualquier hora.

 

 

4. Visión de San Benedicto:

 

Vio una luz que se desvanecía a lo lejos en la oscuridad de la noche: a esta visión siguió algo extraño y maravilloso. Se presentó ante sus ojos todo el mundo, reunido como si estuviera bajo un rayo de sol. Aunque crecía la capacidad del alma con esa luz sobrenatural y el mundo estaba todo junto ante sus ojos, no era porque el cielo y la tierra hubieran adoptado una forma más pequeña de la que tenían en realidad, sino porque se había agrandado el alma del observador.

 


Éste es un hecho de experiencia común entre los discípulos de los Maestros. El universo entero parece estar justamente frente al observador y, ya sea que se reduzca el universo hasta ocupar menos espacio o que crezca el que lo contempla, el efecto es el mismo. La visión aparece totalmente normal.

 

 

5. Experiencia de Santa Teresa:

 

Cuando Nuestro Señor suspende el entendimiento y hace que cese de actuar, (quiere decir con esto que se detiene la actividad normal de la mente, se queda inmóvil), le manifiesta aquello que lo asombra y lo llena enteramente, de tal modo que, sin reflexionar, (sin razonar las cosas), comprenderá en un momento más de lo que podría entender en muchos años y con todo el esfuerzo del mundo.

 


Los discípulos del Maestro saben que, en un solo momento de iluminación interna, se reciben enormes cantidades de conocimientos, pasando por años y siglos de nuestro tiempo e incluyendo a muchos mundos. También que, en un solo e instantáneo destello, puede uno recibir una visión completa de acontecimientos históricos que se remontan a meses y años. Una vez más dice Santa Teresa:

 

 

La mente aprende tantas cosas en un instante que, si la imaginación y el intelecto emplearan años tratando de enumerarlas, sería imposible recordar la milésima parte de ellas. Aun cuando no se pronuncia ninguna palabra, se le enseñan muchas verdades al espíritu. Si, por ejemplo, contempla éste a cualquiera de los Santos, los reconoce inmediatamente, tan perfectamente como si los hubiera tratado durante años.
En este anhelo, espiritual (arrobamiento interior) aparecen ante mí dos cosas: el anhelo de ver a Dios, que oscurece el resto de tal forma que puede poner en peligro hasta la vida misma; así de intenso es el deseo. La otra es una alegría y un deleite tan extremos que el alma parece desfallecer como si estuviera a punto de dejar el cuerpo.

 


Dejemos ahora que expliquen los críticos cómo puede generarse un deseo tan intenso de Dios por medio de una alucinación, algo que el individuo nunca sintió ni pensó en su estado normal de conciencia. Los Maestros saben que un anhelo así es inducido por un arrebato íntimo con Dios durante el samadhi. Hay una afinidad entre cada alma y la Deidad. En samadhi, cuando se deja fuera el mundo, Dios atrae al alma con gran fuerza a causa de su afinidad natural. Los Maestros dicen que, si se liberara a una persona de todos sus apegos terrenales y se eliminaran todas las envolturas que la cubren, subiría hasta Dios como un cohete. Nada podría detenerla. El alma es atraída hacia Él como una rebaba de hierro es atraída por un gran imán. Es el amor del alma, liberada de las ataduras de la materia. Los Maestros afirman asimismo que, si un alma no instruida ni entrenada para dichas experiencias fuera transportada de pronto a una de las regiones superiores y se acercara al trono del Padre Supremo, el tirón hacia arriba sería tan fuerte que se terminaría inmediatamente su vida física. No podría soportarlo y permanecer al mismo tiempo en el cuerpo.

 

 

6. Angela de Fonigno dice:

 

No hay nada que comprenda o entienda el alma comparable al arrobamiento que puede lograr interiormente, porque, cuando se eleva por encima de sí misma por la iluminación de la presencia de Dios, entiende, se deleita y descansa en esas buenas cosas de Dios que no puede describir de ninguna manera, debido a que están por encima del entendimiento, por encima de toda forma de expresión y más allá de todos los mundos. ¡Pero en ellas nada el alma en el deleite y el conocimiento!

 


Para los devotos de los Maestros es en realidad una experiencia corriente "nadar en el deleite y el conocimiento". Para ellos es también frecuente no poder explicar con palabras lo que experimentan. Es algo que está muy por encima de todas las formas de expresión. No obstante, hay una característica común a todas esas experiencias interiores, como dice ella, que asombra al devoto. Está comprobado que trascienden las demás experiencias de nuestra vida en la profundidad de su gozo y el sublime esplendor de su luz. Y sigue ella:

 

 

Y me llené de caridad (amor) con tal gozo que comprendí el poder, la voluntad y la justicia de Dios y, no solamente tuve conocimiento de las cosas sobre las que había inquirido, sino que también quedé satisfecha con respecto a todo. Pero esto no puedo comunicarlo con palabras porque se halla completamente por encima de la naturaleza.

 


¿Cómo podrían explicar los materialistas esta maravillosa fluencia del alma, ese amor y ese gozo, si provinieran de una alucinación? Si así fuera, sería provechoso que la humanidad entera viviera en un estado de perpetua alucinación. Que explique el crítico cómo pueden proceder de un estado patológico esas enormes reservas de conocimiento. Si, como sabemos bien, un hombre puede entrar en samadhi siendo un ignorante y salir convertido en sabio, sería muy bueno que todos los hombres sufrieran de esa "intoxicación del cerebro" durante toda su vida.

 

 

7. Marina de Escobar dice:

 

Cuando Dios, en un éxtasis profundo, une de pronto al alma con su esencia y luego la llena de su luz, le muestra en un momento los más sublimes misterios. Y el alma ve una cierta inmensidad y una infinita majestad: se hunde entonces, por decirlo así, en un vasto océano que es Dios y otra vez Dios. No puede encontrar dónde apoyar las plantas de los pies ni tocar el fondo. Los atributos divinos parecen resumirse en uno solo, de tal modo que ninguno de ellos puede distinguirse por separado.

 


Aquéllos que atribuyen dichas experiencias a aberraciones mentales deben explicar cómo puede presentarse ante el alma repentinamente esa majestad, ese amor, ese gozo, esas innumerables maravillas que nunca antes se habían visto ni oído, tan desconocidas para estos santos Cristianos durante todas sus vidas en la tierra. Es bien sabido y reconocido universalmente por los especialistas en medicina y sicología que en ninguna sicosis sicológica puede introducirse, en un sueño o alucinación, nada que sea nuevo o totalmente distinto a lo que haya experimentado el paciente con anterioridad. Sin embargo, las experiencias de casi todas estas iluminaciones espirituales trascienden cuantas visiones, sonidos e ideas hubiera tenido el sujeto hasta entonces. Y no solamente eso, sino que van más allá de todo lo conocido o experimentado por cualquier persona en el mundo durante su vida ordinaria. El alma es elevada hasta estados superconscientes extremadamente distintos y mucho más destacados que cualquier cosa antes conocida o ni siquiera imaginada. Y luego se siente con todo ello un gozo jamás sentido por ningún mortal limitado a este mundo. Esta dama buena agrega:

 

 

Después de algunas experiencias internas muy emocionantes, exclamó, dirigiéndose a Dios: "¡Señor, qué incomprensibles son tus juicios! ¿Quién podrá entenderlos?" Y Dios le contestó: "Los pequeños y humildes de corazón, aquéllos que lo han dejado todo por mí y que buscan solo complacerme".

 


Esto suena casi como un eco del Gita. También está parafraseando las palabras de Jesús y se halla en completa concordancia con las enseñanzas de los Maestros.

 

 

8. El hermano Gil de Assis dice:

 

Después de haber afirmado que la fe se convierte en conocimiento por medio de las experiencias interiores, y habiéndole preguntado un sacerdote cómo podría entonces cantar el "Credo" en la Misma Mayor, le replicó, cantándolo con sonora voz: "Cognosco unum Deum patrem omnipotemtem": Conozco al único Dios Padre omnipotente ".

 


En otras palabras, declara que ya no cree, sino que sabe. Y este conocimiento se basa siempre en experiencias interiores y no en sentimientos: no te preocupes de los sentimientos, que tienen siempre un valor incierto y dudoso, sino de la vista y el oído en el plano interno.